Luis Kancyper

Homenaje publicado en el Observatorio Psicoanalítico se FEBRAPSI

Cuando se pierde un gran amigo, se va una referencia, se va intimidad, se va historia, se va un pedazo.

Cuando ese gran amigo es iluminado, se va un faro de luz, un faro.

Luis Kancyper era un hombre iluminado. Culto, agradable, generoso, sincero, con enorme capacidad intelectual, talento expositivo – verbal y escrito – y gran sensibilidad en el contacto con los demás.

Conocí a Luis hace unos 20 años. Pasamos a encontrarnos y cenar juntos siempre que estábamos en la misma ciudad, lo que se volvió cada vez más frecuente y placentero. Las facilidades del contacto por e-mail y teléfono aumentaron los intercambios sobre todo tipo de asunto, desde temas psicoanalíticos de nuestro interés, a nuestras ideas y vidas personales.

Luis era médico, psicoanalista y miembro titular con funciones didácticas de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), donde era profesor de su Instituto de Psicoanálisis, siendo también su Secretario Científico.

Era considerado un gran analista, profesor, supervisor y un escritor superlativo. Publicó once libros de su autoría, traducidos a otros idiomas además del español, participó con capítulos en otros tantos y produjo un gran número de artículos para revistas de Psicoanálisis argentinas, brasileñas e internacionales. Sus temas principales fueron la amistad desde el punto de vista psicoanalítico, la confrontación generacional, el resentimiento, la adolescencia y el complejo fraterno – uno de los primeros autores psicoanalíticos a desarrollar el tema de un complejo que complementa el Complejo de Edipo. Pero en la base de estos temas estaba su interés por la familia y sus configuraciones, el narcisismo y la alteridad, la metapsicología, el odio, la pasión y el amor. En sus escritos transitaba por la literatura de forma consistente y esclarecedora. Escribe, entre otros, sobre Jorge Luis Borges, Albert Camus, Franz Kafka y Sandor Marai. Era un conocedor de la cultura judía y sus fábulas. Este conjunto amplio de conocimiento e intereses hacía que su obra se moviera entre lo real y lo fantasioso, lo presente y lo ausente, la vida y la muerte, lo concreto y lo simbólico, produciendo figuras y metáforas que hacían sus textos atractivos y pujantes.

No sólo le gustaba escribir, decía que escribir era un acto vital, que le ayudó mucho en momentos muy difíciles de su vida. Decía que su vida era alimentada por el amor recíproco que tenía con su esposa Judith, con sus hijos, nietos y amigos.

Sobre la amistad – su último libro y un tema original en psicoanálisis – sus reflexiones hablan de una capacidad que necesita un proceso, que implica admiración, empatía no posesiva y confianza. Hablan de la relación entre afecto y poder. Sobre la diferencia entre tener amigos verdaderos y estar con otro para no perderlo a él o al poder que representa, no para amarlo o compartir. Sobre aquellos que no pueden tener amigos y crean enemigos constantemente o que siempre necesitan compararse.

Una vez me escribió: “Un amigo duplica las alegrías y divide las tristezas por la mitad”.

Todos perdimos a Luis, sus enseñanzas, convivencia y luz. Tendremos su gran legado, pero vamos a tener que acostumbrarnos a esa nueva oscuridad.

José Carlos Calich

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