Horacio Etchegoyen

Murió R. Horacio Etchegoyen, uno de los “grandes del Psicoanálisis Argentino”

La triste noticia movilizó los sentimientos de admiración, gratitud y cariñoso respeto en todos quienes gozamos de sus enseñanzas y en todos aquellos que lo conocieron. Su longevidad lúcida permitió confirmar en el transcurso del tiempo un auténtico quehacer académico y una comunicación cálida y sencilla con sus colegas y discípulos, a quienes a pesar de la distancia y las vicisitudes del paso del tiempo nunca olvidó y siempre los reconoció en sus particulares desarrollos.

“Genio y figura, vivió íntegramente hasta el final. Siento que es el último grande que se nos va”…Me dijo Silvia Neborak cuando me dio la triste noticia.

Haber comprendido desde la seriedad con que manifestaba su vitalidad, en forma coloquial, que el proceso de envejecimiento y la muerte son parte de la Vida no disminuye nuestro dolor.

Cuando le festejamos en Mendoza sus 80 años, Fernando Grinberg recuerda que jocosamente nos dijo “bueno, yo ya estoy amortizado” y nos regaló diecisiete años más de su pródiga vida.

Como psiquiatra y psicoanalista trabajó mucho tiempo en el Servicio de Admisión del Hospital de Melchor Romero, en La Plata formándose con psiquiatras de experiencia. Continuó con grandes maestros como Enrique Pichón- Rivière con quien estuvo muy conectado, también con Mimí Langer. Y después Liberman y Grinberg, siendo de su generación los reconoció también como maestros.

Se recibió de médico en la Universidad Nacional de La Plata, Buenos Aires donde militó en el movimiento de la Reforma Universitaria. En 1949 obtuvo el título de Doctor en Medicina con un trabajo sobre Psicopatía.

Fue profesor de la Cátedra de Psiquiatría de la Universidad Nacional de Cuyo en Mendoza a la que accedió por concurso en la década del 60 y Doctor Honoris Causa por la Universidad Nacional de San Luis, Argentina.

Su formación como psicoanalista la realizó en la Asociación Psicoanalítica Argentina y en la Sociedad Británica de Psicoanálisis.

Obtuvo la Beca de la Oficina Sanitaria Panamericana para realizar estudios de postgrado en la Clínica Tavistock en Londres.

Fue fundador, junto con otros grandes del psicoanálisis argentino de la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires.

Su análisis didáctico lo hizo con Heinrich Racker diciendo que probablemente fue la experiencia más importante de su vida. Su analista un hombre de una probidad intelectual y de una agudeza clínica verdaderamente remarcable, en ese tiempo construyó toda la teoría de la contratransferencia. Eran años importantes para el movimiento psicoanalítico argentino.

Cuando ya su análisis había terminado, Pichón-Rivière le propuso que fuera a Mendoza como profesor de psiquiatría, donde vivió diez años. En el 1966 fue a Londres y se re analizó con Donald Meltzer que fue lo más importante de ese año junto a los seminarios de Betty Joseph, de Esther Bick y de Money-Kyrle, quien fue una figura muy importante en su vida.

Llegó en 1957 a la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Cuyo en Mendoza. Era un psicoanalista que ocuparía la Cátedra de Psiquiatría, al que más tarde reconocimos como un profesor innovador y dedicado. Docente con discurso claro en sus clases teóricas nos reunía en grupos operativos de aprendizaje en el Hospital Central, en el que llegó a instalar una sala de internación psiquiátrica de agudos en un hospital general, todo un logro en aquella época. En esos grupos aprendimos a pensar con respeto en el sufrimiento del “loco” y a comprender la psicopatología de pacientes psicóticos internados en el Hospital Psiquiátrico “El Sauce”. Fue un padre en el Ateneo de la Cátedra, en el que permanecimos cuando ya habíamos decidido la especialidad. Fue donde germinó la futura Sociedad Psicoanalítica de Mendoza.

Estela Welldon se enteró que todos sus hijos acompañaron a Horacio en el momento de su muerte y nos dijo que al imaginar esa escena sintió mucha paz. Sabíamos lo importante que era su familia para él. Elida compañera inseparable había fallecido hace unos años. Sus hijas Alicia y Laura psicoanalistas residentes en Londres donde se formaron y Alberto, físico nuclear que vivía en Alemania, llegaron a tiempo con sus familias para despedirlo. Estela pensaba que compartíamos esos sentimientos y que en esas condiciones la muerte nos puede brindar un final feliz.

Coincidimos que su “legado es también transgeneracional”. Fue un orador magnífico como docente que trasmitió a tantos y a todos nosotros su pasión por el estudio y el psicoanálisis. En esa etapa universitaria las experiencias y los aprendizajes se fueron integrando a nuestras vidas personales y profesionales. Esos recursos internos se enriquecieron con el paso de los años por su cercanía y su presencia a traves de sus escritos.

Escribió varias obras en colaboración con otros colegas y los temas que lo hacen admirable para sus discípulos en trabajos como La primera sesión de análisis; Homosexualidad femenina: aspectos dinámicos de la recuperación; Nota sobre ideología y técnica psicoanalítica; El “Impasse” psicoanalítico y estrategias del yo; Perversión de transferencia aspectos teóricos y clínicos; Las formas de transferencia; Regresión y encuadre; Validez de la interpretación transferencial en el “aquí y ahora” para la reconstrucción del desarrollo psíquico temprano; A cincuenta años de la interpretación mutativa; El sueño como superficie de contacto; El complejo de Edipo y los precursores del Superyo; Las teorías psicoanalíticas de la envidia, por citar algunos que nos esclarecieron profundamente.

Desde la Asociación de Psiquiatras Argentinos (APSA) aseguraron que “trascendió fronteras, dejando una huella importante en la historia del psicoanálisis en el mundo”.

Ocupó, además, la vicepresidencia de la Asociación Psicoanalítica Internacional durante dos períodos 1985-1987 y 1987-1989 y en 1993 fue elegido Presidente de la Asociación Psicoanalítica Internacional, API , siendo el primer latinoamericano en ocupar el más alto cargo institucional al que puede aspirar un psicoanalista.

Cuando fue presidente de la IPA toda su ideología fue la de la Reforma Universitaria logrando cambios importantes, como la abolición del secreto de las actas del Consejo Ejecutivo.

Recibió muchas críticas y fue respetado, porque comprendieron que no estaba impulsado por razones políticas, sino estrictamente científicas.
Mantuvo una relación de mutuo aprecio con André Green. Admiraba al Bion de los estudios sobre el pensamiento. No así al Bion de lo incognoscible y de las transformaciones por una elección personal. Serenamente señaló sentirse desconforme con Bion y con Meltzer en cuanto no habían reconocido todo lo que Arnaldo Rascovsky había desarrollado sobre psiquismo fetal.

Como académico, supo valorar y transmitir distintas teorías psicoanalíticas y promover el intercambio entre analistas con distintas corrientes de pensamiento.

Quienes recuerdan su paso por las distintas instituciones que dirigió lo consideran un “político democrático”, que “defendió sus ideas con coraje y sabiduría”.

Fue miembro honorario de la Sociedad Psicoanalítica de Mendoza, profesor honorario de la Universidad de Buenos Aires e instructor de la Cátedra André Ballard de la Universidad de Columbia, Nueva York (1992). Además, fue distinguido con el Premio Konex al Mérito (1996) y el Premio Mary S. Sigourney (1999).

En la introducción de su libro sobre teoría de la técnica dice que se dio cuenta que habían muchos artículos sobre técnica y pocos libros .Tardó cinco años en escribirlo y leerlo era reconocer lo que habíamos escuchado en sus clases o seminarios. En “Los Fundamentos de la Técnica Psicoanalítica” considerado el texto más exhaustivo sobre el tema, que se tradujo al inglés, italiano, portugués, francés y rumano Etchegoyen desplegó su vasta experiencia técnica. En los seminarios que dio en la Sociedad Psicoanalítica de Mendoza cuando lo estaba escribiendo afirmaba que de la ética surgen el sentido y la coherencia de las normas del psicoanálisis.

Según sus propias palabras mientras más leía, cuanto más pensaba y observaba al analizando en su diván, menos inclinado se sentía a posiciones extremas y dilemáticas y más lejos se mantenía del eclecticismo complaciente y de la defensa cerrada de las posiciones escolásticas. Al final llegó a convencerse que “la defensa a todo trapo de las ideas viene más de la ignorancia que del entusiasmo y como aquella por desgracia me sobra y este todavía no me falta” decía que lo usaba para leer más y disminuir sus falencias. Como la mayoría de los autores pensaba que la unión de la teoría y la técnica es indisoluble en nuestra disciplina y en sus escritos ha tratado de demostrar cómo se articulan.

Desde los comienzos de su carrera psicoanalítica en 1950 le interesaron los problemas de técnica. Tuvo la fortuna de realizar su análisis didáctico con Heinrich Racker que en esos años estaba gestando la teoría de la contratransferencia y se reanalizó con Donald Meltzer en Londres cuando escribía El proceso Psicoanalítico. Además reforzaronsu inclinación inicial las horas de supervisión con Betty Joseph, Money–Kirle, León Grinberg, Herbert Rosenfeld, Salomón Resnik, Hanna Segal, Marie Langer, David Liberman, Esther Bick y Pichón Rivière,

En 1970 comenzó a dictar Teoría de la técnica para los candidatos de cuarto año de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) y continúo con esa tarea en LA Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires (APdeBA) y con seminarios en la Sociedad Psicoanalítica de Mendoza (SPM) que aún era sociedad provisional. Los que tuvimos el privilegio de escuchar sus clases y participar de seminarios podemos dar fe a la veracidad de sus palabras cuando reconocía fervientemente que el impulso generoso de sus alumnos, discípulos y colegas lo llevó a decidir escribir un libro que “resumiera esa experiencia y le sirviera al analista para reflexionar sobre los problemas apasionantes y complejos que forman la columna vertebral de nuestra disciplina”
También escribió que a medida que fue capaz de distinguir entre la ciencia y la política del psicoanálisis, entre las exigencias inalterables de la investigación psicoanalítica y los compromisos siempre contingentes, aunque no siempre desdeñables del movimiento psicoanalítico, su enseñanza se fue despojando de todo afán de catequesis, aspirando a que su libro sirviera a sus colegas a “encontrar en sí mismos, el analista que realmente son”.

Realizó entregas generosas en la docencia y en la formación de analistas
Con la sencillez acostumbrada nos acogió sin costo en 1980 en Buenos Aires en Cursos para analistas del Interior en APdeBA al que también asistieron Ximena Artaza y Wanda Pessoa y lo escuchamos junto a Moisés Rabith desarrollar Las distintas teorías sobre la envidia. Además de las presentaciones de su entrañable amigo David Liberman con Leopoldo Klimovsky estudiamos los aspectos epistemológicos de la interpretación psicoanalítica entre otros temas.

Viajo a Lima como representante de la IPA hasta que la se institucionalizó la Sociedad Psicoanálitica Peruana.

En el prólogo de su libro Introducción a la Obra de Melanie Klein presentado en 2014, a sus noventa y seis años, en Buenos Aires su coautor Luis Minuchin , amigo de siempre, nos cuenta que intentaban rescatar las diferentes ideas que fueron desarrollando en un diálogo entre ellos, con los colegas y alumnos sobre la comprensión de la obra Melanie Klein por la complejidad de sus propuestas y por su falta de claridad expositiva que a veces dificultaban la comprensión de los importantes aportes conceptuales que hizo a la teoría psicoanalítica. Hacían quince años que dictaban con el Dr Horacio Etchegoyen ese seminario en el Instituto de formación de APdeBA y en el Instituto Universitario de Salud Mental (IUSAM).

Minuchin dice que el lector se enriquecerá con la particular visión, las reflexiones, las vivencias y las contundentes afirmaciones de un estudioso de Melanie Klein como Etchegoyen. En el capítulo dedicado a Una contribución a la psicogénesis de los estados maníaco –depresivos afirma: “Hasta ahora Melanie Klein gira con este nuevo esquema fundamental en cuanto implica un concern, preocupación en términos de Winnicott que tenemos en general: Cómo salir del estado de depresión sin caer en la manía o en la paranoia. Este esquema tan válido, guía mi vida como analista y como persona”
Parafraseando a Estela, con un legítimo sentimiento de hermandad, estoy tratando de integrar y armonizar el sentir que algunos compartimos respecto a nuestros desarrollos personales y profesionales. Pensamos que se deben en gran parte al trabajo realizado con Etchegoyen. Nos sentimos orgullosos y privilegiados de haber sido alumnos, supervisados, discípulos o analizados y eventualmente colegas y nos sentimos muy agradecidos de haber contado con él en nuestras vidas. Así nos unimos en múltiples mensajes para compartir la pena, tal vez con la intención de obtener algún consuelo.

Horacio Etchegoyen ha tenido una larga vida, por lo tanto ha enfrentado duelos y frustraciones que no invalidaron sus logros y su muerte promueve valorar su prudencia para con los demás, sus auténticas convicciones, su capacidad reflexiva de cambio en el desarrollo de su pensamiento crítico.
Una actitud genuina y valiente, sin hipocresías. Su acogedora discreción no evitaba el diálogo directo de situaciones institucionales, profesionales o personales.

¡Hasta siempre querido Profesor!

Julia Lauzon
Julio 2016

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